El dolor de cabeza era insoportable, aun así, Tessa continuaba absorta mirando al exterior. Había llegado muy lejos y ahora no podía rendirse después de haber perdido tanto. Tras 562 días viajando por el espacio había empezado a respetar los silencios y disfrutar del tiempo consigo misma y con sus pensamientos, aunque a veces la soledad hacia presencia en la nave. Allí fuera todo parecía igual, tonos azules y naranjas se entremezclaban acogiendo de una manera perfecta los fragmentos gravitantes que cruzaban entre destellos. De repente, un halo de luz verdosa cruzó el espacio rompiendo la monotonía de Tessa y se preguntó si el espacio habría causado estragos en sus facultades ópticas. Pronto toda duda se disipó, pues la luz se fue acercando a la nave hasta dejar a la vista una esmeralda de la que parecía proceder el rayo.

La piedra preciosa se abrió y de ella emergió una voz envolvente. Utilizaba un lenguaje que Tessa no conocía, pero aun así de alguna manera incomprensible era capaz de entender. Mis saludos viajera. Mi nombre es Raskuhn, guardián del universo. Llevo observando tu trayectoria y siento curiosidad por saber qué te ha traído a viajar en el espacio. Pareces bastante interesada y fascinada por aquello que ves, aunque tus ojos parecen tristes. Tessa quedó impresionada, pues, aunque creía que era una alucinación la esmeralda permanecía ante sus ojos. Las palabras de ese guardián guardaban una calidez exquisita y un misterio que tendría que descubrir.

Caos bajo control


Tessa miró al ser que se autodenominó como Guardián del universo anonadada, no podía creer lo que estaba viendo, ¿Sería efecto de la soledad?

Se respondió a sí misma de forma negativa, esto era muy real ¿Tendría frente a ella lo que llevaba tanto buscando? —¿Eres dios?— Le preguntó en un tono asustadizo, la voz le respondió con calidez —a lo largo de toda la existencia se han referido a mí de mil maneras, la única real es guardián del universo— cambio a un tono más serio al formular la siguiente pregunta, —Reitero, ¿Qué te ha traído hasta aquí?—

Los ojos de la joven comenzaron a nublarse entre lágrimas, —todo comenzó cuando conseguimos optimizar una nave capaz de tolerar el hasta entonces teórico motor de Alcubierre, popularmente conocido como motor de curvatura, alcanzar la velocidad de la luz se hizo una realidad justo cuando el tiempo se nos echa encima, a la estrella de nuestro sistema le queda poco para transformarse en supernova. Creamos esto para encontrar otro planeta habitable antes de que suceda, renuncié a mi vida, familia, pareja y amigos, debido a que la distancia que llevo recorrida a la velocidad de la luz, si consigo volver ya estarán todos muertos, pero alguien tenía que hacerlo y yo era la más cualificada— en esa parte del discurso un profundo llanto hizo que Tessa no pudiese continuar.

El guardián escucho atentamente la historia de Tessa, —Te daré unas coordenadas, llega hasta mi verdadero ser y si consigues convencerme de que tu pueblo se merece una segunda oportunidad, yo mismo te guiaré hasta ese nuevo planeta—, tras esto se marcaron unas coordenadas en el navegador y la piedra desapareció.

Merath Kaiyo


Tessa aún obnubilada y cegada por la fuerte luz verde, miro aquel plano cartesiano y se detuvo un momento a pensar..debía ser muy exacta para dar con aquel planeta ideal para los suyos. Empezó por relajarse, seguro que la serenidad le daba ese empujón que necesitaba para centrar toda su atención en aquel mapa. Enseguida le vino a la memoria el viejo Matías, aquel hombre de gran barba blanca y cara llena de señales de haber vivido ya mucho. Ella recordaba que cuando iba con sus padres a visitar a aquel anciano, había miles de trazos decorando cada rincón de aquella casa, el parecía estar ido porque dialogaba con lo que al parecer era una gran mancha verde entre tanta línea y letra entrecruzada, el decía ; llegará el día en que todo se hará oscuro y solo un alma limpia podrá salvarnos, parecía un profeta pero en realidad para el resto del mundo no era más que un loco. Aunque parezca extraño, justo ahí, estaba la clave para llegar a ese lugar.

Tinta de Hada Violeta


Observó confusa las coordenadas que se hallaban en la pantalla del navegador. Debía de haber algún error de cálculo. Ante ella se encontraba la nada absoluta. Una inquietante oscuridad se cernía sobre ella. Se había aferrado a la esperanza de que aquella voz la ayudaría, pero… ¿Y si la había imaginado? Ya ni siquiera era capaz de distinguir entre lo que era real de lo que no. Recordó las palabras del anciano. “Llegará el día en que todo se hará oscuro…”. ¿Y si ese día era hoy? Se quedaba sin tiempo. Cerró los ojos un instante, intentando recordar su última visita al viejo Matías. Éste se encontraba encorvado sobre una vieja mecedora de madera que crujía por el peso de su cuerpo. Entre sus temblorosas manos sostenía lo que parecían unas hojas con complicados cálculos matemáticos y coordenadas. Sus padres lo escuchaban con expresión preocupada, mientras una joven Tessa de apenas doce años, sentada en el suelo, veía la televisión en aquel lúgubre salón.

Las lágrimas recorrían las mejillas de Tessa mientras recordaba la escena con impotencia. Apretó los puños con fuerza y el dolor de cabeza volvió. Entonces lo vio. El halo de luz verdosa regresó tan fuerte que tuvo que cerrar los ojos, cegada por su resplandor. El recuerdo de antes se abrió paso de nuevo y el destello penetró en él, instalándose en la mirada del anciano, cuyos ojos de color verde esmeralda relucían desafiantes. Después, todo se volvió negro. Cuando Tessa abrió los ojos, se encontraba sentada en el suelo, frente al televisor. —Tiene que haber alguna manera de evitar que eso ocurra, Raskuhn —. Escuchó, desconcertada, como su padre llamaba Raskuhn al anciano.

Teresa Valiente


-Quizás sí que la haya... -respondió el anciano.
El silencio repentino en el que se sumieron mis padres y el anciano me hizo apartar la vista del televisor y mirar hacia donde estaban ellos. Observé sobresaltada que los tres ya me estaban mirando.
-No, ella no. Raskuhn...por favor -imploraba con angustia mi padre mientras mi madre lo sujetaba del brazo para que dejara proceder al anciano.
Éste, se levantó como un resorte de la mecedora y, sin quitar la vista de mi ni un segundo, se acercó lentamente.
-Tessa, cariño. ¿Por qué no jugamos a un juego nuevo?. Al que jugamos siempre de las cartas ya me a aburre un poco, como siempre me ganas... -el anciano de ojos verdes penetrantes esbozó una sonrisa-. Yo me levanté del suelo entonces.
-Verás -repuso-. Saldremos ahora de casa. Cerrarás los ojos, te daré unas vueltas sobre ti misma y te colocaré en algún punto aleatorio del perímetro de la casa. Tendrás que ser capaz de llegar a la puerta de entrada antes de que pase un minuto. ¡Ah! -exclamó- y, por supuesto, sin abrir los ojos -concluyó sus instrucciones mientras me pellizcaba cariñosamente la nariz.
Miré a mis padres y ellos, visiblemente asustados, me hicieron con la cabeza un gesto de aprobación. Recuerdo cuánto me gustó aquel juego desafiante y, como desde ahí, lo repetimos casi diariamente. Salí casi arrancada entonces de aquel recuerdo y mi consciencia volvió a la nave.
¡Claro! -grité-. No estaba jugando conmigo, ¡me estaba entrenando!.
De pronto todas las piezas inconexas de mi cabeza encajaron. Ese anciano sabía de algún modo que todo dependería de mi. ¿Sería él quien me ha mandado la esmeralda como recordatorio?, o ¿sería el mismísimo Guardián del Universo el que se personó en mi casa cuando era pequeña?.
De repente todo se volvió completamente oscuro y entendí que no había tiempo de averiguarlo. No veía absolutamente nada, la pantalla de mi nave encendió sola la función del temporizador. Éste marcaba un minuto, el cual acababa de comenzar su cuenta atrás. Comprendí que tenía que jugar.
Para hacerlo con la confianza de cuando era pequeña y, a pesar de que ya no se veía nada, cerré igualmente los ojos. Intenté orientarme como entonces, pilotando la nave por el espacio, pero recordando el perímetro exterior de mi casa. Cuando creí haber llegado a la esquina que conducía a la puerta principal, abrí lo ojos. En mitad de la oscuridad espacial había una especie de portal de luz blanca muy intensa. El temporizador iba descendiendo de los tres segundos. Me dirigí como un rayo hacía allí. Dos, uno... Cuando el morro de la nave tocó el portal, todo se iluminó y se oyó un ensordecedor estruendo, como de una fuerte explosión.
FIN
Enrique Álvarez.

Relato creado por Enrique Álvarez, Caosbajocontrol, Teresa Valiente, Tinta de hada violeta y Merath Kaiyo.