Situado en los acantilados de Aguas Negras, se encontraba el Karak Varn, conocida como la fortaleza del lago, hogar de varios clanes de enanos muy importantes en esa era, siendo uno de ellos el Barbapetrea.
Temporales, terremotos, erupciones volcánicas provocaron innumerables desgracias en la fortaleza, dejando de ser esta un bastión inexpugnable, para más pesar en ese momento comenzaron las guerras goblins, las cuales destruyeron varios Karak, entre ellos el Karak Varn, la mayoría de clanes enanos tuvieron que asentarse en otros lares, cayendo en la deshonra por ser clanes sin morada y otros como el Barbapetrea se extinguieron, o eso es lo que todos pensaban.
Algunos miembros del clan sobrevivieron, se establecieron en un asentamiento humano situado bastante lejos de lo que alguna vez fue la fortaleza del lago.
Pasaron siglos, el clan Barbapetrea no llega a ser ni la sombra de lo que fue antaño, actualmente vivían en el mismo asentamiento, con un rol dado desde su nacimiento, los varones del clan serían los bufones de los humanos, mientras que las exóticas hembras servirían de fulanas para el entretenimiento de los comerciantes que allí se asentaban.
El líder actual era Ganlam, el cual acababa de tener a su primogénito, Ralvol Barbapetrea.
Desde temprana edad Ralvol aborrecía en lo que se había convertido su clan, se pasaba horas leyendo los manuscritos sobre la historia del glorioso Karak Varn, recitaba uno a uno todos los grandes héroes de la época, siempre gritaba que algún día todos conocerían y temerían a Ralvol Barbapetrea, entre esos escritos encontró varios que hablaban de los antiguos dioses enanos, se sintió muy identificado con uno que hablaba de Dumazhoin, adoptó su religión como dogma propio.
A cierta edad, Ralvol tuvo que comenzar a ejercer la profesión encomendada de nacimiento, aunque desde el principio hizo comprender que no era su lugar.
Fue contratado para ejercer de bufón en una fiesta de jóvenes humanos, los cuales no pararon de burlarse del aspecto del mismo, —mirad el peludo ese, no tiene cara solo pelo—, decían en tono jocoso, lo cual al heredero de Ganlam no le afectaba en lo más mínimo, porque él veía atractivo su exceso de pelo, Ralvol se acercó al anfitrión humano, le dijo en tono amigable, —joven humano, ¿quieres ver un buen chiste?—, a lo que le contesto, —encima de feo tonto, los chistes se cuentan no se ven—, Ralvol esbozó una sonrisa, arrancó los ojos del humano y se los introdujo en la boca, entre gritos le susurró al oído, —ahora joven humano, sí que solo podrás contarlos y no verlos—, tras lo que soltó una carcajada diciendo tras esta, —¡Veis que era un buen chiste!—, seguida de una risotada aún mayor.
Este incidente hizo que metiesen en el calabozo al enano, del cual Ganlam consiguió sacarlo pagando una cuantiosa suma, intentó echarle un rapapolvo a su hijo, el cual le contestó que no recibía lecciones de un enano sin honor que condena a un legendario clan a hacer de payasos y fulanas, desde ese día seguiría un camino diferente, renunciaría a los Barbapetrea, por ser un insulto para la raza enana.
Desde ese momento Ralvol se fue del asentamiento, se dedicó a trabajos varios, hacer de matón, cazarrecompensas, mercenario, lo que fuese surgiendo.
Cien años después volvió al asentamiento, le habían pagado una cuantiosa cantidad de monedas de oro para derrocar a un gigante que estaba asolando la aldea.
Al llegar, encontró a los humanos y a su antiguo clan escondidos en el burdel, mientras el gigante asolaba la aldea, Ralvol los miró con desprecio, desenvainó su alabarda, cargó contra el gigante iniciando una feroz batalla en la que este venció no por mucho, después de asestar el golpe final, arrancó un diente al gigante, le puso un cordel y lo colgó sobre su cuello como símbolo de victoria.
Posteriormente, procedió a partir del asentamiento, Ganlam corrió tras él, cuando lo alcanzó le dijo, —hijo mío—, a lo que Ralvol le apuntó con la alabarda, con el semblante serio respondió, —yo no tengo padre, él murió para mí hace mucho—, con lágrimas en los ojos Ganlam le dijo, —Ralvol eres y serás siempre un Barbapetrea—, a lo que este le contestó, —ese es un clan extinto, yo soy Ralvol ``El Peludo´´, el que no tiene clan—.
Marchó, sin decir nada más, hacia un lugar donde escuchó que nacían y morían ciudades de un día para otro, que sitio mejor para amasar fortuna, que su nombre haga eco en la historia.